Un grave castigo
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Parte 7
Tras la cena Ranma se dirigió al centro a comprar un par de recados mientras el resto de familia regresaba a casa.
Ya en el hogar las chicas Tendo subieron a sus respectivas habitaciones. Nabiki y Akane se acostaron enseguida mientras Kasumi lloraba sus penas. Nadie se percató de las sombras que rondaban la casa. Por un lado Mousse esperaba agazapado tras la tapia la llegada de Ranma con intención de aprovechar su actual debilidad para vencerle definitivamente. También Sasuke vigilaba desde el tejado, aunque con intenciones más morbosas. Hacía ya algún tiempo que se había acostumbrado a espiar a la familia Tendo con la esperanza de vislumbrar un muslo o un pezón.
Ellos no eran los únicos. Kuno llevaba unos días sin intimar con Nabiki, las hormonas le habían excitado hasta el punto de reunir la audacia de probar suerte en casa de la propia chica.
Después de la cena Ryoga no perdió tiempo en trasformarse en cerdo. Entró con sigilo en la habitación de Akane y la encontró ya dormida. Akane, después de un día agotador, realmente se encontraba inmersa en un profundo sopor.
Ryoga subió a la cama y se situó entre sus piernas, a la altura de la entrepierna. Bajó con suavidad la cintura del pantalón del pijama hasta medio muslo. Dejó al descubierto unas bragas blancas. De forma algo brusca las lamió hasta dejarlas empapadas. Akane realizaba pequeños movimientos en sueños ante el contacto de la lengua. Intentaba cerrar las piernas pero sin mucha convicción. La tela de la prenda intima había quedado trasparente marcando cada pliegue del sexo de la adolescente. Ryoga bajó las bragas dejando al descubierto este sexo. Se lo veía mas rosado que de costumbre y algo más hinchado.
Tan pronto la pezuña tocó la sensibilizada vulva Akane se despertó de un sobresalto. Confundida se encontró las bragas bajadas y Ryoga entre sus piernas. Nunca hubiera pensado que Ryoga tuviera la desfachatez de volver después del último incidente. Desde luego había decidido que no quería volver a tener relaciones con él. Airada estuvo apunto de caerse al enredarse con el pijama, cuando se levantó de la cama. Sin más Ryoga salió despedido por la ventana.
En la habitación de Nabiki la ventana se abrió y por ella apareció Kuno. Nabiki lo vio entrar, vestida con una camiseta anudada por encima del ombligo y un diminuto short.
Nabiki le preguntó enseguida la razón de su presencia. éste, sin terciar palabra, se abalanzó sobre ella. La abrazó y la cubrió de besos. Una mano se deslizó con rapidez por debajo de la camiseta y agarró un pecho. Mientras la otra mano se introdujo con igual rapidez por el interior del short hasta acariciar el vello pubico. Nabiki se dejaba hacer pensando en cuanto cobrarle de extra por haber venido a su casa. Kuno continuó su acoso hasta situarse en los labios íntimos. Una mueca de dolor cruzó el rostro de la chica cuando los inquisidores dedos masajearon su sexo que aún no se había recuperado de la última cabalgada.
De un empujón se libró de Kuno y lo echó de la habitación. Fue así como tanto Ryoga como Kuno tuvieron que abandonar sus respectivas amantes ardientes de deseo no desfogado.
Mientras todo esto ocurría, en la otra punta de la ciudad Ranma tomaba el metro para regresar a casa cargado con las bolsas de la compra. Una avería había provocado que la andana se acumulara de gente. Cuando por fin abrió las puertas el vagón se vio arrastrada por una manada de gente que pugnaba por entrar. Como pudo agarró las bolsas para no perder nada. Quedó atorada entre toda la gente. Tenía las manos ocupadas en las bolsas y no podía sujetarse a ninguna barra. Tanto daba pues de hecho no quedaba ningún espacio donde poder caerse. Le costaba respirar con el pecho comprimido contra la espalda del pasajero de enfrente. El sostén, un modelo antiguo de encaje con aros metálicos, se le subía y se le clavaba en los pezones. Todavía no se había acostumbrado a llevar estos artilugios. A esto había que añadirle que usaba tanga por primera vez, por consejo de Nabiki, y por mucho que dijeran era realmente incomodo. Se le clavaba en el trasero y tenía que arreglarse el culo constantemente.
Notaba el aliento a alcohol del borracho que tenía a la espalda. Todavía no se habían cerrado las puertas del vagón y el hombre ya le estaba magreando el culo. Se había acostumbrado a estas situaciones. Como hombre nunca lo hubiera tolerado, pero en su cuerpo femenino sentía una enorme vergüenza de que alguien la descubriera en este percance. Así que se dejaba hacer.
Ante la pasividad de la hembra el borracho pasó en seguida de un ligero roce a agarrarle los glúteos con las manos. Primero una, luego las dos fueron colmadas por completo por el generoso trasero. Un dedo circuló por el valle de los montes, ascendiendo y descendiendo. Cada vez de forma más profunda hasta que el vestido quedó hundido entre las nalgas.
Los colores se le subieron a Ranma. Bajó la mirada para que nadie se diera cuenta de su sonrojo. Exceptuando su primer día desde el castigo del maestro nadie se había propasado tanto en los transportes. Habitualmente se limitaban a un roce, o un cachete a lo sumo.
El borracho se recostó sobre ella, notaba el aliento apestoso tras su oreja. Las manos del hombre le rodearon la cintura. Ranma sabía que sujetando las bolsas no podía defender el frente así que apretó todo lo que pudo los muslos para dificultarle el trabajo. Pero estaba equivocada. El borracho regresó su atención a las posaderas.
Un escalofrío cruzó las nalgas de Ranma y comprendió que le había subido el vestido hasta la cintura. Recolzandose sobre ella para que nadie lo notara. Las dos lunas quedaron prácticamente al descubierto apenas tapadas por el fino hilo del tanga.
Una uña le arañó en su avance por el valle hasta introducirse en su recto. Se mordió el labio ante el escozor que le producía la invasión y apretó las nalgas para impedir el paso a un segundo dedo que ya se preparaba. El borracho desistió y se enrolló el hilo del tanga en el dedo. Se lo bajó con suavidad, venciendo la resistencia de la adolescente. Había llegado la cintura del tanga a medio muslo cuando el metro llegó a una estación. Aprovechando el movimiento de gente Ranma intentó separase de su acosador. El borracho por el contrario intentó retenerla tirando del tanga hasta que éste se rompió.
Ranma quedó separada por un par de personas, con el tanga medio bajado, sujeto por la goma de la cintura, por lo demás colgando sin cubrirle nada. Sintió el frío en sus labios. Separó las bolsas de la compra y vio cómo el tanga sobresalía de su corto vestido. No tenía sentido intentar subírselo por lo que prefirió quitárselo con disimulo. Contoneó las caderas hasta que se deslizó por sus piernas hasta los tobillos. Otra vez volvía a estar sin bragas, parecía una constante en su vida de mujer. Tan pronto llegó su estación salió con paso ligero.
Mouse la vio entrar en casa tan cabreada que se echó atrás en su intento de plantarle cara. Ranma subió las escaleras de dos en dos y cerró su habitación de un portazo. Estaba tan furiosa que ni se fijó en su padre hecho un ovillo en la cama, todavía caliente por la cena.
Su padre vio cómo se libraba del vestido con presteza y quedaba en cueros. Observó su esbelto cuerpo en la penumbra. Las caderas bien torneadas. Su generoso busto, el más grande de la casa, ahora aprisionado por el provocador sostén de encaje, que dejaba entrever las aureolas de sus pezones al estar demasiado subido.
La frente perlada de sudor por el estrés del vagón. El peinado descompuesto por la rápida fuga. Sus voluptuosos labios fruncidos por el enfado. Vio cómo sacaba de la cómoda unas aterciopeladas bragas rosas, un modelo quizás demasiado infantil, y cómo se las ajustaba a su pubis rasurado.
Después de esto se cubrió con un camisón corto semitransparente (escogido por Nabiki, por supuesto) y bajó hasta el comedor. Genma Saotome ardía por dentro. No podía contenerse más, se lanzó tras ella. Ya no importaba qué pensara ella, qué pensara él, que pensara nadie.
La encontró en el comedor. Ranma se asustó al ver la mirada de su padre.
-¿Te pasa algo?fue lo único que atinó a decir. Sin terciar palabra Genma se abalanzó sobre su hija. La estrelló contra la pared y la ahogó a besos mientras intentaba levantarle el camisón. Ranma se resistía como podía, luchaba por apartar a su padre que fácilmente la doblaba en peso. Una mano callosa le agarró el pecho y el camisón se desgarró a la altura del escote dejando a la vista el sujetador. La otra mano procuraba llegar a la entrepierna para arrancarle las bragas.
A pesar de no llevar mucho tiempo en el cuerpo de una hembra Ranma actuaba por instinto. Gritaba con toda su alma y cerraba las piernas para no dejarle llegar al preciado manjar. Los gritos resonaban en toda la casa. Las chicas Tendo se alarmaron pero cohibidas ante lo que pasaba prefirieron hacerse las desentendidas. Pues sabían muy bien qué era lo que sucedía, de hecho lo esperaban desde hacía tiempo. En una casa con tanta chica apetecible y tanto hombre maduro era inevitable. En el fondo se alegraban que le hubiera pasado a Ranma dado que su estado femenino era sólo temporal.
Quienes no desoyeron la llamada fueron los hombres que se hallaban en la casa. Cuando Ryoga y Mouse entraron en el comedor encontraron a Genma que retenía a Ranma contra la pared magreandola e intentando separar sus piernas con una rodilla a modo de ariete. Por un momento se quedaron petrificados sin saber qué hacer. Ambos llegaron a la misma resolución simultáneamente: si su propio padre podía divertirse, ¿por qué no ellos?
Ranma lloraba como una magdalena, las lágrimas caían en cascadas por las mejillas. Tan sólo un sollozo salía de sus labios. Había preguntado hasta la saciedad a qué se debía todo aquello y sólo obtuvo gruñidos animales. Las piernas le flaquearon, notaba las rodillas medio dobladas y cómo su cuerpo tembloroso se venía abajo.
Arrodillada ya en el suelo dos fuertes manos la asieron por las axilas. Vio cómo sus amigos, Mouse y Ryoga, la alzaban y depositaban sobre la mesa. No se había terciado palabra entre estos y Genma. No hacía falta. Todos sabían a qué iban.
Genma se sentó sobre la mesa y recostó a su hija sobre sus rodillas. Dejó sus nalgas al descubierto y la azotó como castigo por su desobediencia.
Mouse sacó unas cadenas de las mangas y amarró los brazos de la moza. Ranma papeleaba como una posesa. Ryoga la cogió de los tobillos. Genma levantó el borde del camisón hasta la base de los pechos. A todos se les hizo la boca agua al ver las piernas bien torneadas y los muslos firmes. La mano de Genma se posó en la rodilla y ascendió por la cara interna del muslo hasta la entrepierna. Masajeó las suaves bragas rosas con rudeza. Una mueca de dolor cruzó la cara de Ranma al notar las molestias, esto era sólo el principio. Los gritos volvieron a su garganta.
Pese a la resistencia de Ranma, Genma bajó las bragas hasta medio muslo. La adolescente mantenía cerrado los muslos y nadie podía apreciar sus intimidades. A Ryoga y a Mouse no les quedó mas remedio que abrirle las piernas por la fuerza.
Los jóvenes quedaron extasiados con el pubis rasurado, jamás habían visto uno así. Daban ganas de acariciarlo, suave y tierno. Ya con las piernas abiertas pudieron ver la intimidad de Ranma, sus secretos mejores guardados. Nada más verla supieron que la moza estaba intacta. Tenía el coño muy prieto. La vulva completamente cerrada y los labios sonrosados.
Al ver acercarse a su padre, Ranma reinició los gritos. Esta vez, sin embargo, sus llamadas no fueron desatendidas. Atraído por los gritos apareció Kuno en el marco de la puerta, detrás de él se encontraba Sasuke. Kuno quedó completamente paralizado ante la violación. Ver el cuerpo vulnerable de su amada a merced de esas bestias lo descontrolaron por completo. Los gritos le dolían en el alma, tan sólo podía hacer una cosa.
Con paso decidido se enfrentó a los agresores que se habían quedado petrificados ante su presencia. Ranma respiró aliviada al ver cómo se aproximaba su salvador. De un manotazo Kuno arrancó las bragas tensas entre ambas rodillas. Hizo una bola con ellas y las encasquetó en la boca de la hembra para callarla.
Parte de las bragas se metieron por su garganta y Ranma luchó por librarse de ellas. Pero Ryoga se lo impidió anudando su pañuelo amarillo en su boca. Tan absorta estaba por librarse de esta nueva restricción que no prestó atención al resto de la concurrencia. Su atención regresó a ellos cuando un dolor lacerante le sobrevino en la entrepierna. El dolor fue intenso pero breve. Ahora era sustituido por un escozor. Todo producido por el dedo que su padre había introducido en sus carnes. Sentía el dedo moverse por algo tan prieto que antes a duras penas permitía el paso de un tampón.
Genma sacó el dedo tras comprobar su estado. Lejos de estar a punto para el folleteo estaba muy prieta y completamente seca. Bien, no había otra opción que coger lo que se presentara.
Kuno no se conformaba con ser un espectador impasible. Desgarró la parte superior del camisón dejando al descubierto el sujetador. Le faltó tiempo para subir el sujetador y liberar a los senos de su prisión. Eran unas tetas tremendas. Grandes y firmes eran sin duda las mejores de la casa. Las aureolas eran grandes y sonrosadas. Kuno probó su consistencia. Colmaba por completo su manaza y por fuerte que apretara se mantenían firmes. Los otros dos jóvenes siguieron el ejemplo y se abalanzaron sobre las peras.
En poco tiempo Ranma fue manoseada, lamida, escupida, mordisqueada... como mal menor había que añadir los aros de su sujetador clavados en sus clavículas que se hincaban con cada apretón.
Nada de esto importó cuando Genma volvió a separar los muslos de su hija. Ranma, con los ojos como platos, no pudo más que resignarse ante lo inevitable. Tumbó su cara para no ser testigo de su vejación. Pero Ryoga de un fuerte tirón de la trenza la obligó a admirar la labor de su progenitor. Genma enarbolaba su enorme zipote como un ariete. A pesar de sus ansias, que sus huevos se afanaban por recordarle, quiso tomarse su tiempo antes de disfrutar del manjar largamente esperado. Restregó el glande por la concha a lo que Ranma dio un respingo hacia atrás. Fútil gesto pues estaba bien atorada.
Sintió cómo el falo cruzaba sus labios. Sentía los esfuerzos de su padre por avanzar, por introducir esa enorme cabeza por una obertura que a falta de una forma mejor de describirlo tenía que crear el mismo. Un rictus de dolor cruzó el rostro de la adolescente y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Los dedos de su padre le agarraron las nalgas abriéndole los carrillos. Aún se estaba lamentando de los arañazos cuándo una lanza de fuego le atravesó su intimidad. Las bragas apenas pudieron amortiguar el alarido que produjo.
Haciendo fuerza con todo su cuerpo, Genma procuró envainarla de una embestida. Atravesó la vagina con rudeza y se abrió camino.
A la primera presión siguieron otras dos. Con la tercera notó cómo su cuerpo se desgarraba y un segundo grito acompañó al primero tras la perdida de su himen. Tras vencer el obstáculo que le había impedido el paso, la polla llegó hasta el fondo. Ranma sentía como si la hubieran partido en dos. Un doloroso ardor avanzaba desde sus labios a sus entrañas. Con cada nuevo envite del ardiente falo se formaban nuevos desgarrones y se ensanchaba su intimidad. Por fin comprendía su cuerpo de mujer. Antes siempre había considerado su sexualidad femenina como una masa única. Ahora esta masa se abría para formar un canal que nunca volvería a cerrarse. Nunca volvería a ser lo mismo. Siempre tendría como estigma un enorme y profundo agujero en la entrepierna. Los músculos adoptaban ahora la forma de una caverna reorganizándose alrededor de la polla. La cogían, la rodeaban y la succionaban hacia el interior. Sin embargo esto no lo hacía menos doloroso. Ranma no tuvo más remedio que resignarse a que todo acabara en breve.
Genma sonrió satisfecho al ver su miembro manchado de la virginal sangre. Sus embestidas se hicieron más fuertes a cada intento. Pronto se volvió un poseso golpeando sin piedad contra la concha de su hija. Los golpes eran fuertes y por un momento temió dañarle la pelvis, pero tan poco esto hizo que se refrenara. Cuando por fin la polla entraba y salía con cierta facilidad, pues le había hecho un buen boquete, sintió cómo le llegaba el clímax. Se agachó sobre ella descargando toda su simiente en el fondo de su hija.
Al notar el peso de su padre sobre ella, una torrente de cálido esperma le inundó las entrañas. El semen descendió desde su vagina hasta su matriz llenando cada recoveco de sus lacerados músculos. Cuando la última gota hubo entrado su padre abandonó su interior. La dejó tirada con las piernas abiertas. Sus labios rezumando leche que se escurría por el interior de sus muslos, que hasta hace poco eran castos. La tibia leche escocía en las heridas. Todavía no podía creerse el agujero del que ahora era propietaria. Hasta ese momento había pensado en su cuerpo como en un chico. Una profunda desazón se hizo presa de ella al darse cuenta de estas consecuencias. Era una chica. Peor que eso una chica mancillada con un conejo por el que pasaría un metro. Extrañamente lo que le vino a la mente es que cuándo le viniera la regla tendría que fijarse el tampón con esparadrapo.
Los berridos se transformaron en sollozos y Ryoga le retiró la mordaza. También le retiró las cadenas pues una vez domada no había peligro de que se resistiera. La chica adoptó una posición fetal sobre la mesa y rezó para que la dejaran sola con su dolor. Lejos de conseguir su propósito notó cómo le volvían a separar las piernas. Alzó la mirada y vio a Mouse situarse entre sus muslos. No tardó en desnudarse de cintura para abajo. Y aún tardo menos en meterle la polla hasta el fondo. Dolió, pero menos. No entró suavemente, pero fue menos traumático que su desfloramiento. Mouse la agarró por la cintura y copuló con afán.
Mientras esto sucedía, Ryoga se aburría. Toda la hembra estaba ocupada y no podía echarle mano sin toparse con el resto. ¿Toda? Fue entonces cuando le llamó la atención la expresión resignada de su rostro. Ese hermoso rostro de niña de labios carnosos.
Ranma entreabrió los ojos al notar un bulto frente a ella. A escasos centímetros de su cara estaba Ryoga. Más concretamente el paquete que sobresalía de sus pantalones. Todavía no comprendía qué pasaba cuando se topó con su pene erecto. Ryoga se la restregó por toda la cara intentando colársela en la boca. Ranma evitaba el contacto como podía, lo cual no era fácil con Kuno succionándole las tetas y Mouse anclado en su coño. Dejó de resistirse cuando Ryoga la agarró por la trenza. Mámamela, fue lo único que dijo Ryoga. La expresión de asco de Ranma lo decía todo. Volvió a resistirse. Ryoga le cruzó la cara. A ella le pareció como si le estallasen las mejillas. Cuando Ryoga volvió a acercársela no rehuyó el contacto. Con temor sacó la lengua hasta que la punta rozó el glande. En seguida la volvió a esconder pero un nuevo tirón le hizo recordar su situación.
Lamió toda la polla como buenamente pudo. Era un miembro largo, aunque no especialmente grueso. Estaba increíblemente erecto, al tacto de la lengua parecía que las venas fueran a salirse. Ante la poca habilidad de la chica Ryoga la instó a que probara succionando. Al primer intentó le entraron arcadas y estuvo a punto de vomitar. Verse forzado a esto ya era suficientemente malo para una mujer, pero para Ranma, que a pesar de su actual cuerpo era un hombre, era impensable. Ranma volvió a intentarlo y se la metió en la boca, la succionó como si de un polo se tratase. Ryoga no cabía en sí de gozo. Una mueca lasciva se dibujó en su cara. En la de sus compañeros una de envidia. Estaba claro que la moza se vería obligada a chapárselas a todos.
Ryoga se dio cuenta cómo evitaba pasar de la mitad del miembro. Así que la agarró de la cabeza y se la metió hasta el fondo. Ranma se violentó ante esta nueva invasión. La polla le llegaba a la garganta y tenía que hacer grandes esfuerzos para que cupiera dentro de ella. Continuó mamando hasta la base peluda. Cuando Ryoga notó que se corría la mantuvo bien metida.
Ranma se vio inundada por la corrida. Luchó por librarse del miembro pero Ryoga no se permitió. Para no ahogarse se vio obligada a tragar todo cuanto eyaculaba. La tibia savia bajaba por su garganta hasta su estomago. Y era mucha. Finalmente Ryoga expulsó la última gota y la liberó. Ella boqueó buscando aire. Cuando el miedo pasó, Ranma notó toda la boca pastosa y caliente. No se atrevió a escupir lo que aún quedaba en su boca por miedo a las represalias. Tan sólo un fino hilo salió por la comisura de sus labios.
Kuno se sentía estafado. Pensó haber hecho un gran descubrimiento con las tetas pero lo cierto era que todos habían mojado menos él y su criado. Decidió ser más atrevido que nadie. Cuando Mouse terminó, ocupó su lugar. Ranma parecía ya exhausta. No le costó darle la vuelta. El cuerpo de Ranma como mujer era pequeño. De hecho el más pequeño de la casa, se podía manejar como una marioneta. Mouse hizo un mohín pues le volteó los pechos que enseguida había ocupado. Aunque a decir verdad sus protestas cesaron al ver la divina espalda. Lisa y musculada, de complexión delicada, hacia unas curvas sensuales que finalizaba en dos generosos y prietos glúteos. La obligó a medio incorporarse a cuatro patas de forma que quedara su trasero al aire. Vio cómo por entre los muslos escurría el semen que brotaba de la vagina. Le separó ligeramente las piernas y contempló la supurante vulva. El aspecto inflamado y los labios caídos no podían ocultar el agujero que ahora se abría ampliamente. Recordó su ultimo encuentro sexual con Nabiki y el altercado con el condón. De repente le vinieron ganas de meterle el puño igual que había hecho con la mediana de los Tendo. Dicho y hecho le metió dos dedos, luego tres, el coño engulló con facilidad los cuatro primeros. No fue así con el resto de la mano. Hubo de realizar un gran esfuerzo. Más que con Nabiki, pues ésta estaba más nueva. A pesar de los berridos lo logró. Y cuando lo hizo no pudo contenerse y abrió la mano en su interior. Vio cómo sus dedos se marcaban en la piel a pesar de la pared vaginal.
Pensó en reunir su leche con la de sus compañeros pero decidió decantarse por los glúteos a estrenar. Kuno agarró cada uno de estos y los separó dejando a la vista una hermosa rosa. Su ano era rosado y pequeño. Cerrado como un botón. Kuno inundó su cara entre los dos montes. Saboreó el valle y fue mas allá.
Cuando la chica notó cómo le metía la lengua por el culo apretó los glúteos para impedirle el paso. Por supuesto en vano. Se removía como una serpiente juguetona. No era agradable, pero al menos no dolía. Lo peor era saber que un hombre le estaba metiendo la lengua en el culo. Esto cambió cuando la lengua fue sustituida por un par de dedos. Dio un respingo a causa del dolor que le subió por la espina dorsal desde su rosa. Pero no se quejó, podría ser peor y de hecho lo sería.
Kuno se cansó enseguida del preliminar y pasó a juegos mayores. La gruesa polla parecía querer reventar sus pantalones y no había motivos para no liberarla. Una vez cogida la posición no se hizo esperar y comenzó a metérsela.
Ranma se arqueó dolorida pero lo cierto era que no había forma de poseerla. Por más que apretara no lo conseguía. Ayudado por sus compañeros que le separaron el culo, Kuno logró meter la cabeza.
Aquí sí que Ranma dio un alarido que retumbó por toda la casa. Una vez metida la punta notó cómo la polla se abrió camino con decisión por ella. Al principio lentamente. Le zarandeaban con brusquedad el culo para que se metiese. Dolía a horrores. Más incluso que su brutal desvirgamiento. Un último empujón y notó cómo se la hincaban hasta el fondo. El encontronazo la hizo alzarse de la mesa. El dolor no cesó. Los músculos eran abiertos, apretaban con firmeza el miembro. Apenas si balanceaban el mástil pero sentía cómo palpitaba, cada ligero movimiento como un desgarro. Y aún fue peor cuando comenzaron los verdaderos mete-saca. Con cada nueva embestida se agrandaba el agujero y el vaivén se hacia más fluido. Pronto la resistencia cesó y el tránsito se hacía más fluido. Se sentía abierta, pero al menos el dolor se hizo más llevadero.
Pronto las laceraciones empezaron a sangrar y el pene de Kuno se tiñó de rojo. Cuando por fin se vino lo hizo tan profundamente que parecía que el esperma se quisiese reunir con el que antes Ryoga le hizo tragar. A pesar de ello, la cantidad era tal que parte del semen rebosó el dilatado esfínter. El cuerpo de Ranma estaba tan adolorido que apenas pudo notar el calor de la savia.
Al acabar Kuno, Genma tomó su puesto en el trasero de su hija. Ryoga no pudo esperar su turno y se las apañó para montarla por el coño simultáneamente. A estas alturas a Ranma le daba igual lo que le echasen. Estaba completamente llena. Lo único que atinó a pensar fue su sorpresa al notar las dos pollas dentro de ella. Notaba como las pollas se entrechocaban apenas separadas por una pared. Nunca creyó que pudieran estar tan juntos.
Cuando acabá la doble cabalgada entró en juego Sasuke. Se sentó sobre el vientre de la moza y decidió hacerse una cubana. Puso su miembro en el canalillo que formaban los pechos, que enormes como eran lo cubrían por completo. Se pajeó con ellos extasiado y eyaculó por toda Ranma. La cara y el pelo quedaron teñidos. La mayor parte fue a parar a las tetas. él lo restregó por todas ellas hasta dejarlas bien embadurnadas.
Los chicos se turnaron toda la noche. Ranma no sabía cuántas veces la habían montado y por cuantos sitios. Eran sólo cinco pero cuatro de ellos jóvenes y se deleitaron hasta quedarse secos. Le hicieron todo cuanto se les ocurrió. Lo cierto es que mucho antes que amaneciera ella se desvaneció agotada. Pero ellos continuaron igual.
A media mañana despertó en su cuarto. Ni siquiera se molestaron en cambiarle el camisón rasgado o restituirle las bragas... El pelo y todo el cuerpo cubierto de semen seco, y esa sensación pastosa en la boca persistía. Tenia todo el cuerpo dolorido. Grandes moretones en sus pechos y la pelvis. Lo peor sin duda era su entrepierna y su ano. Cada pequeño movimiento la estremecía de dolor. Pero todo pasaría. Era una chica fuerte y se recuperaría.