Un grave castigo

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Parte 1


El desayuno estaba servido. Genma Saotome y el señor Tendo discutían por un trozo de pastel mientras Akane y Ranma comían a toda prisa para no llegar tarde al instituto. Como de costumbre estaban enfurruñados, todo a causa de una visita de Kodachi a Akane en plena noche para un desafío que acabó con la habitación llena de pétalos negros.

-Te repito que no tuve nada que ver-exclamó Ranma ya exasperado. Cogió la mochila y de un salto salió tras Akane.

En ese momento el maestro Haposay entraba en el patio tras una noche especialmente productiva. Ranma se cruzó con él y cabreado como estaba no se preocupó de apartarse. Ambos chocaron esparciendo el contenido de la bolsa del maestro por todo el estanque.

-¡¡¡Akane espera!!!-gritó Ranma mientras aplastaba la colección de pantys, braguitas, y sujetadores.

El maestro Haposay, rojo de indignación, bramó una maldición contra Ranma. Con un rápido movimiento, digno de su título de maestro, hizo la trabanqueta a Ranma que cayó al estanque. Una vez fuera el maestro sacó su antigua pipa y vertió unos polvos en su interior que provocaron una fuerte llamarada. Acto seguido lanzó una bola incandescente hacia la espalda de Ranma. éste lanzó un grito de dolor mientras pegaba un salto. Cuando se levantó el maestro ya se había ido.

Pensó en ducharse con agua caliente para recuperar su forma masculina pero entonces llegaría tarde a clase y hoy iban de excursión a un museo del centro de la ciudad. Cuando llegó al patio se encontró con Nabiki que comenzaba clase de gimnasia.

-Ranma, ¿a estas horas llegas? Tu clase ya se ha ido, el autobús salió hace un cuarto de hora. Qué pinta llevas, ¿te has visto bien, con quién te has peleado?

Ranma no se había fijado en su aspecto hasta ahora. Estaba completamente empapado. Tenía un agujero en la espalda de su camisa china y los pantalones quemados.

-¡¡Mierda!!! Tengo que explicarle a Akane lo de Kodachi...-Ranma se lamentaba sin saber que hacer.

-Ten-le ofreció Nabiki una llave-Es de mi taquilla del vestuario, después iba a ir de compras. Si cojes el metro llegaras al centro a tiempo de reunirte con el grupo.

Ranma cogió la llave y corrió hasta el vestuario. Sacó la ropa de la taquilla. Una camisa blanca, unos zapatos negros de poco tacón, una falda gris plisada y unas medias blancas.

No le gustaba ser mujer, nunca le había gustado pero se había acostumbrado e incluso había aprendido a sacarle partido. A pesar de su doble vida nunca había tenido problemas en cuanto a su identidad sexual. Pero era cierto que encontraba un poco de morbo en vestirse de aquella manera. Se puso la ropa. Tenía más pecho que Nabiki y la camisa le iba ceñida. Como no llevaba sujetador los pezones se marcaban en la tela. La falda era corta le llegaba por encima de las rodillas. Sin unos pantalones que los sujetaran los bóxer se escurrieron hasta el suelo. Siempre le sorprendía la sensación de llevar falda, el roce de sus muslos y el frescor. Como no había ropa interior en la taquilla decidió ponerse las medias, sin ropa intima. Le costó un gran esfuerzo ponérselas. Varias veces cayó, pero al fin lo logró. Notó el tacto arrapado a sus piernas, a su culo y a su entrepierna.

Finalmente salió disparado hasta la estación del metro. La estación estaba en hora punta pero encontró un sitio en un banco donde reposar. Se dio cuenta que un grupo de hombres no le quitaban el ojo de encima. Como no estaba acostumbrado a las posturas femeninas se había recostado en el banco con la cabeza inclinada y las piernas medio abiertas, mostrando sus intimidades. Cuando lo comprendió cruzo rápido las piernas, pero con tan poca gracia que la falda se le subió un palmo mostrando sus muslos.

Cuando llegó el tren una bandada de gente se agolpó en las puertas. Notaba el contacto de toda la gente pugnando por entrar. Dentro parecían sardinas enlatadas. Un hombre de frente a ella “la” comprimía aplastando sus pechos. Cuando el vagón se puso en marcha notó cómo una mano se posaba ligeramente en sus posaderas. Le daba asco toda aquella situación. A medida que el recorrido avanzaba la mano se hizo más atrevida y le palpó los glúteos. Ranma estaba indignado, lanzó un rápido codazo que impacto en la boca del estomago del pervertido. El hombre ni siquiera se inmutó. Un sudor frió recubrió todo el cuerpo de Ranma. ¿Cómo era posible que siguiera consciente? Un golpe así hubiera dejado tumbado a un jabalí. En ese momento notó cómo el hombre que tenía delante se entrempaba y apretaba su paquete contra ella. Le lanzó un rodillazo. Tampoco éste reaccionó. ¡¿Qué estaba pasando!? ¿Dónde estaba su fuerza? Se quedó completamente petrificado. No entendía nada. No podía ser.

El hombre de atrás al darse cuenta de su pasividad se hizo más osado y pasó una mano por debajo de la falda. Sólo los pantys la separaban de la carne de Ranma pues no llevaba bragas. Agarró con las manos un lado de sus lunas. Después empezó a acariciar la raja con el dedo gordo, arriba y a bajo hasta posarse a la altura de su ano pero sin presionar. Ranma no reaccionaba, sentía una gran vergüenza pero todavía se sentía aterrado por la perdida de su fuerza. En ese momento el vagón hizo una parada brusca. Todos los ocupantes cayeron hacia adelante. El dedo amenazador atravesó las medias y se hincó en su ano. Ranma gimió de dolor pero permaneció en su estado de shock.

El hombre no apartó el dedo, por el contrario, aprovechó el meneo de el tren para introducirlo más. Cuando estuvo completamente metido, agarró el culo con el resto de los dedos. Ranma cerró los ojos y se mordió el labio inferior resignado.

En ese momento se fue la luz del vagón pero continuó en marcha. El hombre de delante metió su mano por debajo de la falda hasta acariciar el interior de los muslos. Fue subiendo la mano poco a poco hasta llegar a su entrepierna. Ranma apretó las piernas pero en ese momento la mano inquisidora del hombre de atrás metió un segundo dedo. Ranma lanzó un respingo. El hombre de adelante aprovechó el descuido para agarrar con toda su mano el coño a través de la media. El tren volvió a balancearse y la mano se vino abajo pero llevándose las medias que se bajaron un palmo por debajo de la cintura. Ranma pegó un tirón brusco para bajar la falda. El tirón fue demasiado fuerte y la falda quedó por debajo de la cintura dejando parte de su rojizo vello púbico a la vista.

Los dos hombres se apretaron a Ranma que quedo aplastada como un sándwich. La fricción de su torturador delantero hizo que se desabrocharan dos botones de su camisa. Los movimientos del tren hicieron que un pezón quedara al aire. Con la mano que le quedaba libre el hombre delantero lo pellizcó y con disimulo agachó la cabeza y le pegó un lametón. Con la otra mano fue en busca de la entrada de sus piernas. Arrancó unos cuanto pelos de vello y cuando se disponía a entrar regresó la luz al vagón. Con un rápido movimiento se giró y olvidó el asunto. Su homónimo de atrás hizo otro tanto. El vagón llegó a la estación principal y la gente salió dando empujones a Ranma y sin fijarse en su estado.

Finalmente quedó plantada en medio del vagón completamente rígida. Los pocos viajantes que quedaban contemplaban extrañados a esa joven que llevaba una teta al aire con el pezón húmedo, con la falda baja mostrando el inicio de su vello, y las medias bajadas que a estas alturas llegaban a las rodillas.